Las Zonas Azules, lugares con notables niveles de longevidad y salud, han ganado interés desde hace años al revelar los “supuestos” secretos de comunidades que experimentan vidas más extensas y saludables. La isla griega de Ikaria, conocida como la “Isla de la Longevidad”, ha destacado especialmente debido a su alto número de centenarios y la baja incidencia de enfermedades crónicas. ¿La clave de esta longevidad? Lo que te han dicho: dieta mediterránea, alimentos frescos, aceite de oliva, legumbres, cereales, vegetales, pescado y vino tinto, asociados con beneficios para la salud cardiovascular y la reducción del estrés oxidativo. El estilo de vida activo y social, con actividades diarias como caminar, trabajar en el jardín y participar en eventos comunitarios, promueve la conexión social y la actividad física, esenciales para el bienestar a largo plazo. El ritmo de vida relajado y la práctica de la siesta en Ikaria contrastan con la prisa moderna, contribuyendo a niveles más bajos de estrés y una mayor calidad de vida, vinculada a beneficios cognitivos y de salud mental. Pero voy a desgranarte cuales son las mentiras que han vertido.

Introducción

Como ya sabrás, laas Zonas Azules, son regiones del mundo donde la longevidad y la salud son notablemente elevadas, y han capturado la atención global al revelar los secretos de comunidades que disfrutan de vidas más largas y saludables. Entre estas zonas, la isla griega de Ikaria destaca como un fascinante ejemplo de envejecimiento activo y bienestar. Ikaria, conocida como la “Isla de la Longevidad”, ha atraído la atención de investigadores y entusiastas de la salud debido a la sorprendente cantidad de centenarios y la baja incidencia de enfermedades crónicas. ¿Cuáles son los elementos clave que contribuyen a esta longevidad extraordinaria? Lo siento, pero no lo es su supuesta dieta vegetariana. La dieta mediterránea, que destaca el consumo de alimentos frescos, aceite de oliva, vegetales, pescado y vino tinto, es un pilar fundamental en la vida de los habitantes de Ikaria. Este patrón alimenticio no solo es delicioso, sino que también se ha asociado con beneficios para la salud cardiovascular y la reducción del estrés oxidativo.

Otro factor crucial es el estilo de vida activo y social de Ikaria. Las actividades cotidianas como caminar, trabajar en el jardín y participar en eventos comunitarios fomentan la conexión social y la actividad física, elementos esenciales para el bienestar a largo plazo.

Además, el ritmo de vida relajado de Ikaria contrasta con la prisa moderna, lo que contribuye a niveles más bajos de estrés y una mayor calidad de vida. La siesta, una práctica común en la isla, se ha vinculado a beneficios cognitivos y de salud mental.

¿Una Dieta excluyentes de animales? NO

En Ikaria, donde aproximadamente un tercio de la población alcanza los 90 años, el sitio web Blue Zones sostiene que la dieta se compone en un 5% de carne y un 6% de pescado (sin mencionar lácteos, ¿quizás un 0%?). No obstante, observando un vídeo, se evidencia que la realidad es diferente, ya que la dieta se fundamenta de manera significativa en carnes como cerdo y cabra, vísceras y productos lácteos. Este contraste plantea interrogantes sobre la precisión de la información proporcionada por Blue Zones respecto a las pautas dietéticas de Ikaria.

La alimentación que el autor y los investigadores veganos-vegetarianos contribuye a la longevidad en Ikaria se caracteriza por ser rica en aceite de oliva y vegetales, con bajos niveles de lácteos y productos cárnicos. Además, incluye cantidades moderadas de alcohol, enfatizando alimentos como patatas, legumbres (garbanzos, guisantes y lentejas), verduras silvestres, leche y miel. Los habitantes de Ikaria, asimismo, incorporan café y vino en su dieta, limitando el consumo de azúcar y optando por infusiones de hierbas de montaña como remedio para diversas dolencias. En conjunto, según Buettner, la dieta Ikariana se basa en plantas con una reducida ingesta de grasas saturadas provenientes de carne y lácteos.

La descripción de Buettner sobre esta zona azul se asemeja a las aplicadas a otras, como Okinawa y Costa Rica. No obstante, una observación detallada revela un denominador común: el generoso consumo de manteca de cerdo y cerdo, así como una mayor ingesta de alimentos de origen animal entre los longevos. Contrariamente, las descripciones de Buettner acerca de las comidas y alimentos contradicen sus conclusiones sobre un bajo contenido de grasas.

Un ejemplo notorio es la leche de cabra. Aquí surge un inconveniente: la leche de cabra es un producto lácteo, y los ikarianos la consumen abundantemente, junto con otros productos lácteos de cabra como queso y yogur. Esto contradice la noción de una dieta baja en lácteos, ya que estos elementos lácteos son parte integral de casi todas las comidas. Además, la leche de cabra posee más grasa y grasas saturadas que la leche de vaca, destacando la inconsistencia en las afirmaciones de Buettner sobre el contenido graso reducido en estas dietas. Es esencial notar que se trata de leche cruda de cabra, con todos sus componentes nutricionales intactos, presentándola como un alimento natural ideal, especialmente para las personas mayores.

Buettner destaca que en estas comunidades, todos tienen acceso a huertos familiares y ganado, aunque no especifica qué tipo de ganado. En su visita a una pareja llamada Thanasis y Eirini, menciona que sacrificaban cerdos en invierno y Semana Santa, disfrutando de carne de cerdo mantecosa durante meses. Pero la falta de detalles sobre el tipo de carne y la frecuencia de sacrificio deja preguntas sin respuesta. Además, Buettner no aborda el tema del cordero en Ikaria, a pesar de ser parte de la dieta griega. La información de que disponemos sugiere que los ikarianos crían cabras en lugar de ovejas. Este análisis señala similitudes con la dieta española del siglo XX, influenciada por recursos locales y estaciones.

La nutricionista Mary Ruddick, experta en dietas ancestrales explica pormenorizadamente la realidad de Ikaria.

En este video, su primera parada fue en un restaurante con 120 años de historia. En el menú del día encontraron hígado de cerdo, guiso de cabeza de cerdo, cabrito con salsa de limón, acompañados de pan y una pasta. Además, no podía faltar la ensalada que incluye hierbas silvestres. El queso frito, saganaki, es un plato y una una delicia común Aunque hay otras variedades, esta fue nuestra elección y resultó ser increíble.

El 50% de las calorías consumidas por los icarios provienen de grasas, siendo el 25% de aceite de oliva y otro 25% de grasas animales, como mantequilla, queso y la grasa de los animales. Durante el recorrido de la Nutricionista, observó cierto equilibrio en la ingesta de alimentos con un alto contenido de grasa, especialmente carne, en cada comida. Las entrevistas realizadas a los residentes locales, que han vivido aquí generacionalmente, revelan que el consumo diario de carne es una práctica común, desafiando la percepción común asociada a las zonas azules.

¿Dieta Mediterránea? ¿Qué? ¿Cuál?

Es esencial destacar que nunca existió una única “dieta mediterránea” en toda la región del Mediterráneo. La alimentación siempre estuvo influenciada por la producción y consumo locales, variando según la proximidad a las fuentes de alimentos. Los hábitos alimenticios diferían en función de la topografía; por ejemplo, las comunidades costeras se inclinaban hacia un mayor consumo de mariscos, mientras que las poblaciones en las montañas preferían la carne debido a la disponibilidad de tierras de pastoreo y ganado.

En el otoño y la primavera, tanto las comunidades de montaña como las costeras incorporaban cantidades sustanciales de caza en su dieta. La falta de refrigeración y los costosos y limitados medios de transporte resultaban en menos envíos de alimentos frescos y perecederos, ya que el transporte estaba restringido a lugares accesibles por carretera.

Las distintas áreas geográficas también tenían diferentes fuentes de ingesta nutricional esencial, como el colesterol. Las regiones montañosas albergaban rebaños de ovejas y cabras que pastaban libremente. Las cabras maltesas eran conocidas por producir la leche más grasa, mientras que las ovejas de Anatolia eran apreciadas por su almacenamiento de grasa en la cola.

En un contexto sin refrigeración, la conservación de la carne se realizaba cocinándola en trozos tipo kebab y almacenándola en grasa derretida ligeramente salada, actuando como un conservante comestible y saludable. Esta práctica continuó incluso después de la Segunda Guerra Mundial, con aldeanos de montaña suministrando productos lácteos y carne de caza a las áreas cercanas y costeras.

Las comunidades costeras, por su parte, tenían aves de corral en sus patios traseros y cazaban aves salvajes, utilizando diversas técnicas como redes de pesca para capturar codornices y almohadillas adhesivas para aves más pequeñas. También empleaban trampas individuales y escopetas para cazar gansos salvajes que migraban desde la península de los Balcanes y Asia Menor hacia islas como Chipre y Creta, así como hacia el norte de África.

Referencias

Weston Price