La discusión sobre si la obesidad debe ser considerada como una enfermedad o una adaptación ha sido objeto de un intenso debate en el ámbito médico y científico en los últimos años. Reconocer la labor del Dr. Esteban Larronde, quien aborda este tema desde una perspectiva innovadora, es un paso importante para comprender mejor esta compleja condición.

La obesidad NO es una enfermedad

La idea de que la obesidad no es una enfermedad, sino una adaptación, desafía las concepciones convencionales sobre este tema. Esta perspectiva sugiere que el cuerpo humano tiene la capacidad de responder y adaptarse a su entorno, incluidos los cambios en la disponibilidad de alimentos y el estilo de vida. 

Una enfermedad se define típicamente como una alteración o trastorno del funcionamiento normal de un organismo que se manifiesta por síntomas específicos y que puede tener causas diversas, como factores genéticos, infecciosos, ambientales, nutricionales, entre otros. Las enfermedades pueden afectar a distintos sistemas del cuerpo y pueden variar en su gravedad y duración.

La clasificación de la obesidad como enfermedad ha sido objeto de debate entre profesionales de la salud, científicos y organismos reguladores. Tradicionalmente, la obesidad se ha considerado como una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal que puede tener consecuencias adversas para la salud, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, enfermedades articulares, entre otras.

No obstante, algunos argumentan que la obesidad no cumple con todos los criterios de una enfermedad, ya que no siempre se manifiesta con síntomas específicos y puede ser el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, metabólicos, ambientales y sociales.

Por otro lado, la clasificación de la obesidad como enfermedad puede tener beneficios en términos de atención médica y acceso a tratamientos, ya que puede ayudar a aumentar la conciencia sobre los riesgos asociados con el exceso de peso y promover intervenciones preventivas y terapéuticas.

Si bien la obesidad comparte características con las enfermedades en términos de su impacto en la salud y el bienestar, la clasificación de la misma necesita sigue siendo objeto de debate tal y como observé en los posts subidos a RRSS y puede depender del contexto y los criterios utilizados para definir el término “enfermedad”.

Un ejemplo efectivo. La Lipodistrofia

Para comprender mejor esta idea, es útil considerar el concepto de lipodistrofia, una condición en la cual el cuerpo no puede acumular grasa y que conlleva serias implicaciones para la salud. Esta condición muestra cómo el almacenamiento de grasa puede ser vital para la supervivencia en ciertos contextos.

La lipodistrofia es un conjunto de trastornos que afectan la distribución de la grasa corporal, causando la ausencia parcial o total de tejido adiposo en distintas partes del cuerpo. Esta condición puede presentarse desde el nacimiento o desarrollarse con el tiempo, y puede tener serias implicaciones para la salud metabólica y cardiovascular de quienes la padecen.

Existen varios tipos de lipodistrofia, la lipodistrofia congénita generalizada se presenta desde el nacimiento y se caracteriza por una falta total o casi total de tejido graso subcutáneo y visceral, la lipodistrofia parcial adquirida implica una pérdida selectiva de grasa en áreas específicas del cuerpo, causada por factores como medicamentos o enfermedades y puede asociarse con complicaciones metabólicas similares. La lipodistrofia familiar parcial, heredada, se manifiesta con una distribución anormal de la grasa, con pérdida en algunas áreas y acumulación en otras, y puede estar relacionada con problemas metabólicos como la resistencia a la insulina y la dislipidemia.

Una visión Evolutiva

Históricamente, los humanos han enfrentado períodos de escasez de alimentos, y la capacidad de almacenar grasa ha sido crucial para sobrevivir a estos períodos de privación. Esta adaptación evolutiva ha permitido que el cuerpo humano acumule energía en forma de grasa para utilizarla en momentos de necesidad. 

Comparar la obesidad con el comportamiento natural de otros animales, como los osos o las marmotas o tanto otros que se preparan para la hibernación, puede ayudarnos e ilustras cómo el aumento de peso puede ser una respuesta biológica normal a ciertos estímulos ambientales.

Las marmotas se preparan para la hibernación y pueden ayudarnos a entender cómo el aumento de peso puede ser una respuesta biológica normal a ciertos estímulos ambientales. Durante el otoño ambos aumentan significativamente su ingesta de alimentos para acumular reservas de grasa que les permitan sobrevivir durante el invierno, cuando reducen su actividad y entran en un estado de letargo. Este aumento de peso es crucial para su supervivencia, ya que les proporciona la energía necesaria para mantenerse durante meses sin comer mientras hibernan. De manera similar, en los seres humanos, el cuerpo puede acumular grasa como una adaptación evolutiva para hacer frente a períodos de escasez de alimentos o cambios estacionales en la disponibilidad de recursos.

La etiqueta de “enfermedad” atribuida a la obesidad puede tener implicaciones significativas en términos de tratamiento y políticas de salud pública. La medicalización de la obesidad va a llevar a un enfoque exclusivo en el tratamiento farmacológico y las intervenciones quirúrgicas, en lugar de abordar las causas subyacentes del problema.

La “trampa” en la que podríamos caer reside en la excesiva medicalización de la obesidad, enfocándonos únicamente en tratar sus síntomas sin abordar las causas subyacentes que la impulsan. Es importante reconocer que los alimentos ultraprocesados, los carbohidratos refinados y otros productos alimenticios de baja calidad pueden desregular el sistema de regulación del apetito del cuerpo, promoviendo un aumento en la ingesta calórica y, a largo plazo, contribuyendo al desarrollo de la obesidad. Por lo tanto, en lugar de enfocarnos exclusivamente en el tratamiento individual de la obesidad, sería más efectivo implementar políticas que aborden los determinantes sociales y ambientales de la salud. Esto incluye promover una alimentación saludable y equilibrada, así como la creación de entornos que fomenten la actividad física regular. Al abordar estos factores subyacentes, podemos trabajar hacia la prevención y el control sostenible de la obesidad en la población.

Conclusiones

Considerar la obesidad como una adaptación en lugar de una enfermedad puede cambiar fundamentalmente la forma en que abordamos y tratamos este problema de salud pública. Al comprender mejor las causas subyacentes de la obesidad y abogar por políticas que promuevan un entorno más saludable, podemos trabajar hacia soluciones más sostenibles y efectivas para este desafío global.